Dime que te marchas, que no quieres volver a verme, que te
arrepientes de haberme conocido, dime que nunca me has querido y será
suficiente para que mañana no despierte. Luego déjame, enlazada entre mis
dedos, una nota que solo ponga “No era más que una mentira, espérame allí donde
estés que yo te buscaré”.
Vuelve a sonreírme de aquella peculiar manera que tanto me
gustaba, entrecerrando tus castaños ojos, con un atisbo de color alegría en tus
mejillas y mírame, podrás ver en mi rostro el mas sincero de los sentimientos,
el sentimiento que deja la felicidad momentánea al ver que alguien es feliz y
quiere compartirlo contigo.
Y entonces te vas y me quedo aquí sola, perdida en un
sombrío bosque de ilusiones y sueños que poco a poco se nublarán por las
sombras que dejan tus recuerdos, sombras oscuras, aparentemente dolorosas, pero
que cuando consigues vencer el miedo y decides acercarte un poquito más te das
cuenta de que se empieza a divisar un horizonte de momentos maravillosos
plagados de alegrías y risas, momentos maravillosos junto a ti.
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