domingo, 21 de octubre de 2012

Bolígrafo en mano. Edgar Allan Poe en mente.


Salió de su casa un poco más tarde de que de costumbre.
Ella vivía en una casita que a la mayoría le podría parecer antigua, la casa estaba situada en un bosque de altos cipreses que se encontraba a las afueras de la ciudad, pero ella lo prefería así, le gustaba la soledad de la noche y durante el día, el trinar de los pájaros le parecía la mejor compañía. Todas las tardes cruzaba el viejo bosque para ir a visitar a su madre.
Aquel día mientras caminaba por el bosque la noche se le echó encima, su lugar favorito en el mundo era ahora un sitio lúgubre y oscuro, nunca había estado por allí a esas horas. Creía conocer el bosque mejor que su propia casa pero en esos momentos todo parecía distinto, nunca hubiera imaginado que los bellos y altos cipreses le recordarían al cementerio donde, de niña, enterraron a su padre. De repente una docena de puntos brillantes aparecieron a su alrededor, eran luces intermitentes, seguramente ojos. Se sentía como una extraña en su propio hogar. Lo que ella llamaba "el silencio de la noche" le molestaba ahora más que el bullicio de la ciudad, se concentró en encontrar algún sonido que rompiera ese vacío pero fue aún peor, el susurro del viento entre los árboles le parecían voces y los pequeños roedores correteando por la hierba le sonaban como si alguien estuviera andando de puntillas vigilándola. Cada segundo se le hacía eterno, incluso llegó el momento en el que creyó escuchar el tic-tac de un reloj. En aquella larga y angustiosa noche le pareció oír y ver cosas que no eran más que fruto de su imaginación. Después de intentar huir de todo lo que la atormentaba y encontrar el camino de regreso a casa decidió que simplemente se había vuelto loca y se dejó caer sobre la hierba húmeda sin fuerzas para intentar escapar de lo que ya sabía que no estaba allí de verdad.
A la mañana siguiente todo volvía a ser normal, los pájaros trinaban, la ciudad se despertaba a lo lejos y ella se volvía a sentir como en casa. Encontró fácilmente el camino de vuelta a su anticuado hogar dispuesta a hacer cualquier cosa para distraerse y así poder demorar la visita diaria a la tumba donde su difunta madre llevaba un año esperando a que ella consiguiera cruzar el bosque de locura y soledad en el que caía cada noche desde que su madre la dejó.

1 comentario:

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